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15 sept 2015

Transformaciones sociales y su impacto en el aprendizaje: reto de padres y educadores


Si bien es cierto que tanto la familia como la escuela son considerados los principales sistemas sociales de desarrollo que contribuyen de manera directa e indirecta en el aprendizaje, actualmente se enfrentan a un reto sustancial: lograr aprendizajes significativos sólidos en los niños y jóvenes que vayan a la par con las transformaciones sociales y culturales de hoy en día.

¿Pero estamos ejerciendo acciones articuladas que tributen al aprendizaje significativo de nuestros hijos y estudiantes? 
Este cuestionamiento más allá de una pretensión de responsabilizar a “alguien” más bien es un referente, un punto de partida para evaluar y reevaluar nuestras acciones como padres y/o educadores donde más allá de asumir  un papel de facilitador o mediador del aprendizaje, nos transformemos en  lo que denomino: propulsores del discernimiento,  es decir; expandirnos y  centrarnos en un aprendizaje significativo para la vida, en educar a nuestros hijos y estudiantes como persona y SER humano, no solo como seres conceptuados y receptores de información, sino en seres sociales, empáticos, sensibles, responsables, capaces de tomar decisiones para sus vidas presentes y futuras a partir de una información previamente discernida y aterrizada a su realidad, aspiraciones, necesidades e intereses y competencias cognitivas. 

Es un hecho que los niños y los jóvenes de este nuevo milenio, no son los mismos de unos años atrás; cuentan con más fuentes para accesar a información y ser altos receptores de la misma, tienen nuevos intereses, nuevas expectativas y medios sociales de interacción así como estilos de aprendizaje más prácticos. Padres y educadores al ser propulsores del discernimiento, el papel y ejercicio diario, es aprovechar las realidades, información, fuentes y estímulos cotidianos de aprendizaje para interactuar de manera autónoma, reflexiva y analítica, generando en la práctica diaria el sentimiento de resolución, el “ser capaces” de discernir en la práctica lo que quieren para sus vidas y el asumir las consecuencias de estas.

Esto representa obviamente para los adultos responsables de la educación (familia-escuela), el asumir realmente roles activos, participativos y comprometidos, Reuven Feuerstein afirma: “La esencia de la  inteligencia no radica en el producto mensurable, sino en la construcción activa del individuo”. Por esta razón no solo debemos conformarnos con que nuestros hijos y estudiantes sean única y exclusivamente fuentes de conocimiento y recepción de información sino ir más allá, en participar en la educación y en su aprendizaje para que esta sea una experiencia significativa.
Valeria Salmain nos dice:

“El adulto se borra también en la mediación entre los niños (y adolescentes) y los objetos, tal como  lo señala Hebe Tizio. Y así, dejados solos bajo la primacía de los objetos, los niños (incluso  pequeños) y adolescentes se atiborran de comida basura o golosinas; se enganchan sin límites a las consolas o el televisor... Los adultos retroceden, se borran,  ceden, en  la medida en que no pueden sostener o contener”.

Es por esto que la  vinculación familia – institución, presupone una  doble proyección: la institución proyectándose a la familia para conocer sus posibilidades y  necesidades, las condiciones   reales de la vida del estudiante y orientar a los padres para lograr la  continuidad de la tarea educativa. La familia proyectándose a la institución para ofrecer información,      apoyo, sus posibilidades como potencial educativo. Se trata de una vinculación que se plasme en un  plan de intervención con un común denominador (la formación integral), con objetivos y estrategias similares; en una conjugación de intereses y  acciones. Desde esta perspectiva queda clara la idea que la labor y acción educativa es de todos, más no es sectaria, no le corresponde solo a la sociedad o a la escuela o solo a los padres, es de todos (de manera exclusiva de los entornos que favorecen en esta acción al niño o joven).

Para que este aprendizaje sea un hecho, se necesita imperiosamente generar espacios para la reflexión y el  diálogo utilizando la “palabra” como instrumento indispensable  para comunicarnos y “dar sentido al  sin sentido”, y esto debe de generarse tanto en el aula de clase como fuera de ella, pasillos, recesos, sobremesa de una cena, almuerzo, picnic, antes de dormir, a través del juego, , en la cotidianidad, con temáticas que no solo presupongan ¿cómo te fue en la escuela o colegio?, sino realmente que fundamenten sus bases en el conocimiento real y claro de sus hijos y estudiantes (aspiraciones, miedos, anhelos, moda, etc.), incluso a partir de temáticas bizarras o tabúes, porque sus hijos y estudiantes las conocen, sin embargo no cuentan con el puente y anclaje de discernimiento real y significativo para su verdadero aprendizaje emocional y conceptual.

Sólo si hay preguntas, inquietudes, necesidades, curiosidad, puede haber respuestas y por lo tanto  aprendizaje. Sólo si hay confianza y diálogo puede haber preguntas. Y para que haya un diálogo  verdadero es necesaria la confianza en la escucha mutua, solo de esta manera propiciamos más que una mediación de aprendizaje significativo, propulsamos el aprendizaje como tal.

Y es allí donde se van construyendo  experiencias, los aprendizajes comprensivos,  los valores, la autonomía y la reflexión para que cuando este sujeto sea adulto y deba vincularse con  los demás, desde su rol de adulto, lo haga desde la integridad, el pensamiento, la razón y la ética.

Elaborado por:
Psic. Reh. Vanessa Huayamave

Hijocracia: los padres de la generación X, ante un dilema



Los padres de la generación X se enfrentan a la paradoja de ser padres que no disponen de “el manual”. La mayoría de los parámetros con los que crecieron cayeron en desuso. Aunque no tienen mayores reproches hacia sus padres, enfrentan el desafío de educar con criterios que resultan opuestos a los de su propia crianza. 

Los cambios apuntan a aspectos como la autoridad de los padres, la fijación de los límites, el respeto, el castigo y la relación con los otros.

En la formación de la generación Z, chicos que hoy tiene entre tres y quince años, se fomenta el diálogo, la disciplina positiva, la felicidad y el gozar. En este patrón de crianza, la gran novedad es que la obediencia dejó de ser un valor;  los padres se enfrentan al dilema de querer chicos con espíritu rebelde, pero al mismo tiempo, hagan caso;  son padres que no temieron a los padres pero ahora temen a sus hijos.

“Las madres oscilamos entre la culpa y la  indulgencia. “No sabemos poner límites o conseguir que un NO sea realmente un NO sin ser autoritarios. Ese es el gran tema pendiente de esta generación” dice una madre entrevistada. 

Son tiempos de “hijocracia”.
Algunos paradigmas que cambiaron entre una generación y otra:

1.- De “la autoridad soy yo” a la “hijocracia”. Los padres abandonan la verticalidad, pero no saben establecer límites sin sentirse autoritarios. Buscan que lo fije o enseñe un tercero (la escuela, un profesor, un psicólogo). “Se dejan los límites en manos de otro sin darse cuenta de que, al igual que el autoritarismo y el dejar hacer, significa una caída en la función paterna” explica la psicoanalista Mónica Cruppi.

2.- Un universo de decisiones más amplio. En la infancia de los que pertenecen a la generación X no era muy amplio; en cambio, hoy los hijos deciden desde la ropa que van a vestir hasta, el destino de las vacaciones familiares.

3.- La felicidad como meta. ¿Qué se espera de los hijos? El objetivo pasó del “que sean personas de bien” al “que sean felices”. Las anteriores generaciones aprendieron el valor del sacrificio, ahora el del placer.

4.- El respeto cambió de significado. Si un hijo cometía una impertinencia con un adulto, el padre pedía disculpas; hoy si el adulto protesta, el padre exige respeto hacia su hijo con un “es un chico”. Los padres están enfocados en enseñarles a hacerse respetar más que en transmitirles el respeto a los demás.

5.- Del castigo físico a la disciplina positiva. La generación X creció con castigos físicos, ahora son inaceptables. “la disciplina positiva es aquella que no violenta. Es decir, saber escuchar, comprender, poner límites sin enojos innecesarios”.

6.- Aprender qué es la familia. Más  allá de cuáles sean sus creencias, tienen que adaptarse y entender a las nuevas formas de familias que pueden ser: mamá y mamá; papá y papá; mamá, mamá y papá. Mamá sola; papá solo; abuela, hija y nietos, etc,.

7.- Hijos únicos seriales. En la generación X, los hermanos se llevaban un o dos años de diferencia. “Se crían juntos” se decía. Eso hizo que compartieran juguetes, amigos, se heredara la ropa. Hoy los padres crían uno a la vez. Eso moldea la personalidad del chico, que pasa años o no llega a ser desplazado del centro de la escena familiar por un hermano.

8.- Padres tercerizados. Se quiere ser un padre presente, pero tercerizar, si se puede, la parte aburrida de la paternidad: el baño, la comida, hacer la tarea, revisar el cuaderno, la limpieza de la casa, el traslado al colegio, entre otras actividades. Es aburrida porque no le encuentran el sentido que si lo tiene.

9.- La televisión omnipresente. Hoy se convive con el televisor encendido todo el día en los hogares sin que sea visto como algo socialmente negativo. Y a la vez se superpone en distintos momentos con otras pantallas (tablets, celulares).

10.- La generación que no duerme. La hora de ir a la cama se volvió un límite difuso. En promedio, dicen los estudios que la hora a la que los chicos de seis a doce años se van a dormir se retrasó una hora en los últimos años. Esto tiene efectos como mayor propensión a la obesidad y a la baja autoestima.

11.- ¿Ensuciarse hace bien? Se instaló como eslogan publicitario y las madres no dudaron en adoptaron. Antes había que cuidar la ropa, de la misma manera que dejar comida en el plato era un pecado, si había gente que no tenía nada para comer.

12.- La acumulación y el descarte. Montañas de juguetes en desuso ¿qué hacer con tantos? La reflexión es que la generación X no tenía tantos juguetes, pero jugaba más.

Artículo tomado del diario La Nación:
http://www.lanacion.com.ar//1823952-hijocracia-los-padres-de-la-generacion-x-ante-un-dilema?