Videos

28 jul 2011

Tiempo con los hijos, ¿importa la calidad o la cantidad?

Respuestas del Dr. Dobson. El más notable psicólogo de Norteamérica

Tomado del libro “Criando niños”.

Mi esposa y yo estamos extremadamente ocupados durante esta época de nuestras vidas. Mi trabajo me obliga a viajar varios días a la semana y mi esposa ha tenido mucho éxito como agente de bienes raíces. Sinceramente, no podemos pasar mucho tiempo con nuestros tres hijos, pero les damos toda nuestra atención cuando estamos juntos. Mi esposa y yo quisiéramos tener mas tiempo para la familia, pero nos consuela el saber que lo que realmente importa no es la cantidad de tiempo que los padres e hijos pasen juntos. Sino la calidad. ¿está usted de acuerdo con esta declaración?

Hay algo de verdad en la mayoría de las ideas populares, y ésta no es una excepción. Todos podemos estar de acuerdo en que no hay ningún beneficio en estar con nuestros hijos siete días a la semana si estamos enojados, somos opresivos, no lo criamos como debiéramos o somos caprichosos con ellos. Pero aparte de eso, la idea da la calidad en contraste con la cantidad no tiene ninguna base. Dicho de manera sencilla, esa dicotomía no se tolera en cualquier otro aspecto de nuestras vidas, entonces, ¿por qué la aplicamos solamente a los niños?

Permítame darle un consejo de esto. Supongamos que usted tiene mucha hambre, pero no ha comido en todo el día. Usted va al mejor restaurante de la ciudad y pide que le sirvan el mejor filete, asado en el menú. El camarero regresa en 20 minutos después con la comida. En el centro del plato grande hay un pequeño pedazo de carne, de dos centímetros cuadrados, acompañado de pedazo de papa.

Usted se queja vigorosamente al camarero:” ¿a esto le llama usted una cena de filete asado?.
El camarero contesta señor como puede usted criticarnos antes de probar la carne? Le he traído dos centímetros cuadrados de la mejor carne que hay. Está preparada a la perfección, sazonada con cuidado y caliente. Incluso, dudo que pudiera comprar mejor carne que ésta en otro lugar de la cuidad. Confieso que el pedazo es algo chico, pero después de todo, señor, todos saben que cuando se trata de una cena de filete, no importa, no importa la cantidad sino la calidad.

“¡eso es ridículo!”, exclama usted, y yo le doy la razón. La sutileza de esta frase tan sencilla, es que pone dos virtudes necesarias en oposición, y nos invita a escoger entre las dos. Si la cantidad y la calidad son ingredientes que valen la pena en nuestras relaciones familiares, entonces ¿por qué no les damos ambas?. No es suficiente echarles ocasionalmente a nuestros hijos “hambrientos” un bocado de carne, aunque sea la mejor calidad.

Sin ninguna intención de faltarle al respeto a usted por haberme hecho esta pregunta, quiero decirle que mi preocupación es que quizás la idea de calidad en contraste con la cantidad ha llegado a ser una racionalización para no darles a nuestros hijos, ninguna de las dos cosas. Esta frase la usan muchos padres que tienen demasiados compromisos, están agobiados y se sienten culpables por el poco tiempo que pasan con sus hijos. Sus niños y niñas están en los centros de cuidado infantil por día y con las niñeras por la noche, lo cual les deja poco tiempo para las actividades tradicionales relacionadas con la crianza de los niños. Y para enfrentar la incomodidad que sienten por desatender a sus hijos, mamá y papá se agarran de una frase que les hace sentir que todo está bien: “bueno, no importa la cantidad de tiempo, sino la calidad del tiempo que estamos juntos”. Yo insisto en que simplemente esta generalización conveniente no tiene fundamento.

¿Económicamente nos resulta imposible hacer viajes largos en autos, o tener pasatiempos costosos ¿podría usted sugerir algunas tradiciones simples que sean de interés para los niños pequeños?

Usted no tiene que gastar mucho dinero para mantener una vida familiar significativa. A los niños les gustan las actividades simples de la rutina de todos los días. Se divierten mucho escuchando mil veces las mismas historias, y se ríen de las mismas bromas hasta que usted se está volviendo loco por repetirlas tanto. Usted puede transformar los quehaceres rutinarios en momentos de entusiasmo y de imaginación. La clave es la repetición, lo cual comunica un sentir de tradición.

Permítame dar un ejemplo. Cuando mis hijos eran pequeños, yo trataba de acostarlos por las noches cada vez que me era posible. Al llegar esa hora de la noche, mi esposa se encontraba agotada y estaba muy agradecida por mi ayuda. Además, eso me garantizaba estar con los niños, por lo menos 15ó 20 minutos, por muy ocupado que hubiera estado ese día.

La responsabilidad incluía ponerle el pañal a Ryan durante los primeros tres años de su vida. (le tomó un poco de tiempo superar esa necesidad, como con todos los niños) pensé que si tenía que ponerle el pañal a un niño que no paraba de moverse, más valía que yo transformara la actividad en algo que fuera divertido para ambos. Así que, cada noche teníamos un pequeño juego. Me ponía a hablarles a los imperdibles mientras estaba poniéndole el pañal a mi hijo. Les decía: “imperdibles no pinchen a Ryan. Mírenlo, él está quieto ahora; no se está retorciendo. Esta noche no tienen que pincharlo quizá tengan que hacerlo mañana por la noche, pero no lo pinchen esta noche.” ¡A Ryan le gustaba muchísimo aquel juego! Se quedaba quieto escuchando, con los ojos bien abiertos. Si se movía demasiado, yo le rozaba la pierna con la punta del imperdible, sin hacerle daño, pero de una forma en que él lo sintiera. Entonces Ryan me miraba y me decía: “¡Esos imperdibles malos me pincharon, papa! Los dos sonreíamos. Cada noche, sin falta, Ryan me decía: “¡Háblales a los imperdibles, papá!” Eso fue algo que hacíamos juntos y se convirtió una actividad rutinaria en un momento verdaderamente agradable entre padre e hijo.

Eso me recuerda lo que Howard Hendricks dijo cuando sus hijos habían crecido. Les pregunto a ellos que era lo que habían disfrutado más durante la infancia: las vacaciones que habían tenido, los parques que habían visitado, y todos los momentos de diversión que habían compartido. La respuesta de ellos le sorprendió. Lo que apreciaban más ¡eran las ocasiones en que él se había puesto a jugar luchando con ellos en el piso!

Mi hija pensaba lo mismo cuando era pequeña. ¡Prefería jugar luchando conmigo que ir al parque de atracciones o al zoológico! Después me daba las gracias por haber luchado con ella. Por alguna razón, a los niños les gusta este tipo de juego. (Debo agregar que a las madres no les gusta.) Existe una clase de amor informal que se manifiesta al luchar juguetonamente como no lo hace de ninguna otra manera.

También me gusta la idea de reservar una noche a la semana para pasar un tiempo en familia leyendo algo en voz alta. A veces esto es difícil de lograr cuando los hijos tienen diferentes edades, pero si hay pocos años de diferencia entre ellos es una gran actividad. Usted puede leer un libro infantil famoso, u otros libros que han sido muy populares a través de los años. La idea es leer juntos como familia.

En resumen, creo que muchas personas han olvidado el valor de las características y las actividades que identifican a las familias como únicas y distintas. Este beneficio se ilustró de manera hermosa en la obra musical titulada: Violinista en el tejado. ¿Qué fue lo que le dio estabilidad y equilibrio al violinista en su posición tan peligrosa? Fue la tradición, la cual demostraba a todos quién era él. Yo quiero dejarles la herencia de una tradición a mis hijos.

Saludos afectuosos.
Lic. Andrea Loayza M.

4 comentarios:

  1. Ma. José Gómez de la Torre22 de junio de 2010, 11:58

    Muchas gracias por el artículo, que nos permite reflexionar sobre la importancia de las cosas y del tiempo que le dedicamos a quienes amamos.

    Ma José Gómez de la Torre

    ResponderEliminar
  2. Me parece muy bueno este articulo, especialmente para los padres que trabajamos, realmente debemos de pensar en organizarnos de tal manera que demos lo mejor de nosotros y mas valioso como es el tiempo de compartir pequeños grandes momentos con nuestros hijos.

    ResponderEliminar
  3. Janina Betancourt de Garófalo2 de agosto de 2010, 15:54

    Un lindo artículo, que en realidad nos recuerda bien que no es suficiente la calidad sino tambien la cantidad y que a veces debemos recordar las prioridades, porque si bien es cierto que en nuestra vida queremos lo mejor para nuestros hijos y para ello trabajamos y nos esforzamos, la mayoria de las veces para ellos "lo mejor" es que estemos con ellos y que compartamos con ellos sus momentos y eso no lo puede hacer nadie mas que nosotros, y esa es nuestra PRIORIDAD...

    ResponderEliminar
  4. Es cierto, en esas actividades rutinarias como levantarse o acostarse en cuando se puede enseñar a los niños cosas tan importantes como leerles una pequeña historia, las oraciones de la noche o de la mañana, canciones, etc. no en las ocasiones especiales como salidas a parques o viajes, es en el día a día, donde ponemos nuestro sello de padres, y queda grabado en ellos los valores que deseamos transmitir.

    ResponderEliminar

Gracias por su comentario.