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La Inteligencia Emocional ha sido definida por Daniel Goleman como “la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos, así como los
ajenos, de motivarnos y de saber manejar las emociones”.
En las
últimas décadas la importancia de educar emocionalmente a nuestros niños desde
edades tempranas ha tomado un protagonismo significativo, el considerar que el
aprendizaje no solo debe ser desde lo cognitivo sino también desde lo
emocional, haciendo énfasis en seguir revisando la forma de ver la educación; y
resaltando de manera trillada que esta siempre iniciará desde la primera
institución social de desarrollo (la familia) quienes construyen y forman los
valores morales, humanos; espirituales, así como la construcción del “ser
emocional” desde la primera infancia, así como las primeras enseñanzas para
resolver conflictos cotidianos, hábitos, etc. En el caso de la educación emocional esta comienza desde el nexo y
vínculo materno: el recién nacido con su
madre; la primera canción de cuna, acurrucarlo en el pecho, tomarlo en brazos, calmarlo
ante el llanto, es el primer paso para construir la seguridad y comunicación
afectiva; así como empezar a edificar las primeras emociones en el niño que
repercutirán según su desarrollo (primera infancia, adolescencia, juventud,
adultez, vejez, etc.); que en conjunto con el padre; se convierten en los protagonistas que irán brindando dicho
sostenimiento, fortalecimiento y formación emocional saludable.
Esto implica
que si la familia es la base fundamental y quienes siembran la semilla de unos
nexos, lazos y construcción de las emociones desde su aparición y cómo lidiarlas; el papel de la segunda
institución social de desarrollo como la escuela es y será de solidificarlas,
vivir su cosecha y frutos; es decir, fortalecerlas desde un nuevo contexto
social, con nuevos vínculos, situaciones, escenarios sociales, el convivir con
diversas personalidades (en este caso pares y maestros) aprender a resolver
conflictos cotidianos de manera autónoma.
Actualmente
la sociedad en general; tanto la familia, como la escuela, colegios,
universidades, etc. Contamos en nuestros entornos y micro-sociedades, niños
intolerantes, insatisfechos, infelices, apáticos, antipáticos, que
constantemente expresan su insatisfacción, infelicidad y constantes
frustraciones; con mayores demandas y deseos de sentir efectos inmediatos de
“felicidad placentera”; así como adultos estresados y frustrados por no saber
qué mas hacer para lograr cubrir con todas las necesidades y demandas de
nuestros chicos.
Si iniciamos
que la inteligencia emocional radica en reconocer y saber manejar las
emociones, es necesario resaltar que el ser humano por naturaleza propia cuenta
con cinco emociones básicas: la felicidad, la tristeza, la ira, el asco y el
miedo; es decir, placenteras como dis-placenteras.
Sin embargo
la idea errada y equivocada que el bienestar emocional y felicidad es excluir
las emociones hostiles y mantener las placenteras como sinónimos de bienestar,
hace hoy en día que nuestras generaciones actuales y futuras crezcan pensando
en vivir en un medio cuya finalidad sea solo la satisfacción inmediata.
Los cambios
sociales, la diversidad de las familias en estructura, dinámica y roles, la
tecnología, cambios culturales, la moda, etc.,
también van sumando y abonando en este fenómeno del “Síndrome de la inmediatez”; chicos que desean ser
complacidos constantemente en todas sus necesidades y ante cualquier conflicto
sea grande o pequeño; tienden a frustrarse y abatirse constantemente, sin saber
como actuar, reaccionar y sobrellevar las situaciones del día a día de su vida.
Nos
han enseñado que hay emociones malas, como el miedo y el enojo, pero la
realidad es que las emociones no son malas, sólo están mal llevadas. El enojo,
por ejemplo, te sirve para poner un alto a una situación que no te agrada. Un
niño (y los adultos también) debemos aprender a manejar ese enojo para
conseguir lo que deseamos sin dañar a la otra parte.
Esto implica
que nuestros chicos, crecen y edifican su inteligencia emocional de manera
distorsionada e inmadura, tanto las emociones placenteras como hostiles existen
y se dan por una sencilla razón “aprendizaje y madurez”; cuyo resultado es
favorecer a la resolución de conflictos cotidianos; tener una actitud previsora
de conflictos, ser autónomos, tolerantes consigo mismo y los demás, manejar y
dominar sus emociones, ser resilientes ante la vida, pero sobre todo convivir
en bienestar.
¿Qué podemos hacer para ayudar a fortalecer y seguir mejorando la
inteligencia emocional de nuestros niños?
Los adultos
responsables de la educación de los niños, sean padres o educadores deben tomar
algunas acciones, siendo la más básica el reconocer cuando hemos estado
empleando un concepto distorsionado de control emocional y bienestar.
A
continuación comparto algunos tips y recomendaciones para ayudar a nuestros
chicos:
1.- Saber identificar las emociones que
sentimos. Los padres son modelos de comportamiento para sus hijos, por
ello el primer paso es la conciencia
emocional de los padres, es decir, ser conscientes de las
propias emociones, de sus causas y de sus posibles consecuencias
2.- Comprender las emociones que sentimos.
Cuando se comprende y se identifica la emoción se puede ser dueño de ella, se
deja de reaccionar y se comienza a accionar.
3.- Trabajar con ellos la causa de
esa emoción, que verbalicen qué es lo que
les ha causado que se sienten de esa manera. Hay que destacar que todas las
emociones son legítimas y debemos aceptarlas, en lo que sí
debemos incidir es el comportamiento que se deriva de ella. En este sentido, la impulsividad puede
representar un peligro. Como ejemplo, podemos enseñar a nuestro hijo que estar
enfadado es legítimo, pero no pegar a su amigo porqué le ha quitado el juguete
de las manos
4.- Trabajar en la empatía, un aspecto
fundamental en la gestión emocional, Esta capacidad para reconocer, comprender y conectar con las emociones
ajenas permite comprender no solamente el punto de vista de los demás, sino la
emoción desde la cual viven un suceso.
Sigamos trabajando en construir cada día una referencia
saludable emocional para nuestros chicos, como padres y educadores debemos
continuar en una labor loable y positiva para ellos de educación.
Es tarea de todos, es tarea conjunta.
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