Es evidente que nuestro contexto actual está caracterizado por la velocidad e inmediatez que han brindado los avances tecnológicos en nuestras sociedades. Por una parte, esto ha posibilitado el crecimiento en áreas científicas, industriales y empresariales que intervienen en la estructuración de la cultura. Es una realidad de hoy escuchar frases como “¡No tengo tiempo!; ¡Tengo que terminar un informe para ayer!”, que marcan el ritmo del día a día. Así mismo, desde las corrientes del campo de la psicología y afines, se establece que para consolidar lazos familiares y permitir un desarrollo integral de los niños y niñas, hay que dedicarle tiempo al hogar: ¿es posible esta paradoja hoy?
En muchas ocasiones, los padres consideran que mientras más tiempo por reloj pasen con sus hijos están ejerciendo mejor el rol de padres. Durante su estancia con ellos siguen revisando sus celulares “porque hay que contestar correos del trabajo” o están en las redes sociales “para distraerse un poco del estrés laboral”. Suele ocurrir que los adultos creemos que los niños “no se dan cuenta”, “son solo niños”.
Ha existido una tendencia a considerar a los niños como poseedores de pocas capacidades cognitivas y/o afectivas, para darse cuenta de lo que ocurre a su alrededor. Los niños toman de sus referentes parentales diversos aspectos (emocionales, de inter-relación, etc.) que matizan la construcción de su subjetividad y esperan de los padres una mirada, un gesto, una palabra significativa que permita darle orden, sentido y sostén al mundo al que se siguen adentrando y que resulta tan cambiante y enigmático.
El tiempo para estar con nuestros hijos estará marcado por una lógica y no por una cronología: un tiempo afectivo que dé al niño y a la niña un lugar en su contexto familiar. Ese reconocimiento es lo que permitirá que todas las habilidades escolares puedan potencializarse, recordando que no hay aprendizaje sin deseo y sin afectos.
Quizás no podamos cambiar el hecho de cumplir una jornada y un horario laboral pero lo que está en nuestras manos es llegar a casa y preguntar a nuestros hijos: ¿Cómo ha sido tu día en la escuela?, ¿qué descubriste/aprendiste hoy?, ¿tuviste alguna dificultad? También es posible disfrutar con ellos de una salida al parque o incluso compartir responsabilidades como ordenar algún lugar de la casa o limpiar el auto, es decir, que esta lógica del tiempo del compartir esté ligada con reglas y límites que, en muchos casos se obvian por el sentimiento de culpa que hace a los padres ilimitadamente consentidores. No hay amor y calidad de tiempo sin límites y es en la cotidianidad donde aparecen los signos de amor que los niños y niñas esperan de sus figuras de mayor confianza: sus padres.
Elaborado Por:
Psic.
Clin. Alvaro Rendón Chasi