Con la llegada de la Navidad, los buzones se llenan de catálogos de juguetes y los anuncios televisivos crean una necesidad irracional de consumo. No debemos olvidar que los juguetes son un medio para conseguir un fin: aprender y divertirse jugando. El juego es la actividad principal del niño y su modo natural de aprendizaje. A través del juego, el niño estimula sus sentidos, su inteligencia, su lenguaje, ejercita habilidades motoras, despierta su curiosidad y potencia su creatividad. Además, le permite fortalecer los lazos afectivos con sus padres y establecer relaciones sociales. Por tanto, es tarea de los padres poner a su alcance juguetes y materiales apropiados a cada edad. El niño va desarrollando sus capacidades y habilidades de manera progresiva y los juegos y los juguetes deben adaptarse a cada etapa del desarrollo. Durante los dos primeros años de la vida del niño, el juego se fundamenta en el movimiento y en las sensaciones a través de los sentidos. Sentirse seguro y querido es fundamental para su crecimiento, así que los padres se convierten en el mejor juguete. Son fuente inagotable de estimulación divertida y variada, además de aportar afecto y seguridad. Para jugar con un niño no es requisito tener cualidades especiales, ni tampoco es necesario gastarse mucho dinero. Lo imprescindible es tener imaginación, paciencia y dedicar tiempo a jugar con ellos. A esta edad, un niño prefiere jugar con sus padres que estar solo con el juguete de moda más sofisticado. A partir de los dos años, sus capacidades y habilidades son mayores, lo que nos permite introducir juegos sencillos pero muy educativos: tijeras, pinturas, plastilina, arcilla, pelotas, construcciones, disfraces, puzzles… Aparece el juego simbólico; quieren y necesitan imitar a los adultos: cocinitas, teléfonos, espadas, maletines de médicos … Los juegos que potencian el movimiento y el equilibrio son fundamentales: triciclos, patines, motos, bicicletas... siempre que sean ellos quienes controlen la fuerza y el equilibrio del vehículo. Alrededor de los seis años, los videojuegos entran a formar parte de su tiempo de ocio. En líneas generales, sin negar los beneficios que su buen uso aporta, cabe destacar el papel decisivo de los padres a la hora de su elección: conocer el contenido, leer las instrucciones, descartar los violentos, limitar el tiempo de juego diario y coparticipar en el juego siempre que sea posible. Para terminar, quiero hacer mención especial a los juegos tradicionales de mesa. Son juegos en familia, que además de estimular el aprendizaje en los niños, aportan recuerdos inolvidables de momentos familiares. En un mundo lleno de tecnología, no dejemos caer en el olvido recursos baratos pero con gran valor educativo: los cuentos, los juegos de mesa, la música, las manualidades… y el cariño, la paciencia y la dedicación de sus padres. Algo que nunca se anuncia ni tampoco se encuentra a la venta.
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